Calanda, “orgullosa de su propio orgullo”

24/08/2021

La localidad bajo aragonesa de Calanda acoge estos últimos días de agosto el World Padel Tour Challenger convertido desde ya en su quinta ‘gloria’ junto con sus bombos y tambores de Semana Santa, sus melocotones embolsados, su Milagro y su ilustrísimo Luis Buñuel.

Calanda dista de Alcañiz 16 Kilómetros, apenas 15 minutos en coche. Ambas localidades bajo aragonesas comparten el honor de ser, por primera vez, sedes conjuntas del TAU Cerámica Calanda Challenger Trofeo Ciudad de Alcañiz. 

Y como ya decía el cantautor, escritor, profesor, político y diputado aragonesista en las legislaturas VII y VIII José Antonio Labordeta (Zaragoza, 1935-2010): 

“Cuatro glorias tienen las tierras y paisajes de Calanda que hacen que sus gentes se sientan mas orgullosas, si cabe, de su propio orgullo. Y son: los tambores crujientes que rasgan el aire con su putuntun al ‘romper la hora’; el melocotón tardío de allá para octubre; el Milagro de Miguel Pellicer; y el gesto adusto, irónico y sabio de D. Luis Buñuel”.

Pues bien, a estas cuatro ‘glorias’, se ha sumado esperemos que para tiempo, la del mejor pádel del mundo, el del World Padel Tour. A saber.

Retumbar de bombos y tambores

La Semana Santa calandina es un espectáculo estremecedor. Cientos de tambores y bombos suenan durante el Viernes y Sábado Santo, poniendo una nota trágica en la celebración. 

Calanda se convierte, esos días, en un atronador apogeo de redobles que llegan a su máxima intensidad en la hora que Cristo supuestamente expiró y, según los Evangelios, un terremoto hizo temblar Jerusalén. 

Hombres y mujeres mayores, adultos, jóvenes y niños interpretan los sones mostrando su pericia en el batir de bombos y tambores. Los calandinos y las calandinas aprenden los toques desde pequeños y participan juntos del ritual.

La Semana Santa se vive en la localidad turolense bajo el eco profundo, palpitante y misterioso del sonido de los redobles de tambores. Y en el fragor de la percusión, con su ritmo atávico, desfilan las procesiones, las penitentas, los ‘putuntunes’, las hebreas y sibilas, los pasos y las cofradías. El colorido ornamental se limita al morado de las túnicas. 

Durante esos días no hay silencios en Calanda. Todo es estruendo y resonancias, hasta que llega el momento final con el recuerdo, el éxtasis y el silencio melancólico que marca el cese definitivo de la percusión.

El melocotón tardío

La huerta calandina, regada por las aguas de su pantano, produce el excelente melocotón ‘tardío de Calanda’, mimosamente cuidado y presentado. 

Su cultivo se remonta a hace más de 30 años. Durante los meses de junio y julio, los frutos se embolsan uno a uno en el árbol con papel traslúcido, y de forma cuidadosa y totalmente manual. Para en septiembre y octubre, proceder a la recolección artesanal del melocotón en su punto óptimo de color y maduración. 

Gracias a esta tarea del embolsado, originario de la villa de Calanda, se consigue una protección natural contra plagas y productos externos. Así como la maduración uniforme del melocotón, y un mayor contenido en azúcares y aromas.

El cultivo del ‘melocotón tardío’ cuenta con el sello de Denominación de Origen Melocotón de Calanda y certificación Global G.A.P para cultivos. 

Y la producción agrícola calandina, aunque se centra principalmente en el melocotón embolsado, no desecha la oliva y, por tanto, el aceite de oliva, ni la almendra ni el cereal.  

El milagro de Miguel Pellicer

En 1640 tiene lugar en Calanda un hecho muy significativo que marcará una profunda huella en la vida religiosa de la localidad bajo aragonesa. 

El 29 de marzo de ese año y según se recoge en acta notarial, al calandino Miguel Juan Pellicer Blasco le es restituida por obra y gracia de la Virgen del Pilar la pierna derecha que le había sido amputada unos años atrás tras habérsela pisado un carro rompiéndole la tívia en su parte central. 

Hubo numerosas investigaciones y definitivamente el 27 de abril de 1641 el hecho fue reconocido como Milagro. 

Miguel Juan Pellicer Blasco había nacido un día de marzo de 1617 en el seno de una familia humilde de labradores. A los 19 años, sufría un accidente laboral en Castellón tras caerse del carro de trigo que conducía.

Atendido en primera instancia en el hospital de Valencia, solicitaba ser trasladado a Zaragoza. Después de casi dos meses de viaje y tras visitar al Templo de Nuestra Señora del Pilar, ingresaba en el Hospital General de Nuestra Señora de Gracia y se le amputaba la pierna «cuatro dedos más debajo de la rodilla”, y se le colocaba una pierna de madera y muleta. 

A partir de entonces y para poder vivir, pedía limosna en una de las puertas del templo del Pilar. Todos los días, aprovechaba para oír misa en la Santa Capilla y se ungía con aceite de las lámparas el muñón de su pierna para suavizar el dolor. 

En vísperas de cumplir los 23 años, volvía a Calanda y decidía recorrer la comarca para recoger algo que poder llevar a casa de sus padres. Fue así que muchas personas pudieron ver a Miguel Juan con su pierna amputada.

Al llegar la noche del 29 de marzo de 1640 y tras una dura jornada de trabajo en su casa, su madre le preparaba una yacija improvisada al lado del lecho conyugal y se dormía a pesar del mucho dolor de su pierna. Al entrar sus padres en la habitación para acostarse percibían una «fragancia y olor suave no acostumbrados allí”. Al acercarse, su madre veía admirada cómo por debajo de la capa paterna con la que se cubría Miguel Juan asomaban dos pies cruzados.   

Pasados los primero momentos de estupor y a la luz del candil, Miguel Juan y sus padres, comprobaban la persistencia de viejas cicatrices de la pierna amputada en la nueva.  

A partir de ahí, llegaban las misas de acción de gracias, las informaciones y puesta en conocimiento del rey Felipe IV, las declaraciones de testigos, facultativos y sanitarios (entre ellos, el cirujano que le amputó la pierna), familiares y vecinos, autoridades locales y eclesiásticas. 

El proceso arzobispal sobre el milagro finalizaba el 27 de abril de 1641 con el reconocimiento del hecho. Y en otoño de ese mismo año, Miguel Juan viajaba a Madrid para ser presentado a Felipe IV, el cual, como es sabido, tenía la deferencia de besarle la pierna.  

Miguel Juan Pellicer Blasco moría el 12 de septiembre de 1647 en Velilla de Ebro (Zaragoza). 

El templo del Pilar y el Casa-Museo Miguel Pellicer de localidad calandina pretenden ser una humilde contribución a que se mantenga viva en esta y en sucesivas generaciones el gran Milagro de Calanda.

Luis Buñuel

Entre los muchos personajes ilustres nacidos en Calanda, que hay unos cuantos (el mosén Vicente Allanegui, el guitarrista y compositor Gaspar Sanz, el militar y arzobispo Antonio María de Cascajares, el sacerdote, profesor, investigador y filósofo Manuel Mindán Manero, el rector de la Universidad de Zaragoza Miguel Sancho, el escritor José Repollés, el pintor y escultor José Lamiel), destaca por encima de todos Luis Buñuel.    

El director de cine, considerado uno de los más importantes y originales de la historia del séptimo arte, nacía en la localidad turolense el 22 de febrero de 1900. 

Era el primero de siete hermanos y su padre, Leonardo, un rico indiano que había amasado una considerable fortuna en Cuba. 

Buñuel cursaba sus estudios universitarios en Madrid, donde vivía en la famosa Residencia de Estudiantes, coincidiendo con Federico García Lorca o Salvador Dalí, con los que trababa una profunda amistad.

Después, emigraba a París y empezaba a trabajar como guionista y asistente de dirección. En esos años rodaba junto a su amigo Dalí  el famoso corto experimental ‘Un perro andaluz’ (1928). Título que se convertía, de inmediato, en pieza clave en la historia del cine por su inmersión en el estilo surrealista.

Al estallar la Guerra Civil en España, y tras un breve paso por los Estados Unidos, decidía establecerse en Méjico. Y fue allí, en Ciudad de Méjico, donde moría un 29 de julio de 1983, siendo leal a su fiera filosofía de juventud: “Yo quería cualquier cosa, menos agradar”.

Tenía 83 años y dejaba tras de sí una gran filmografía compuesta de 32 películas con algunas de las más importantes y artísticas películas del siglo XX: Los olvidados (1950), Nazarín (1959), Viridiana (1961), El angel exterminador (1962), Bella de día (1967), Tristana (1970) y ‘El discreto encanto de la burguesía’ (1972), entre otras. 

Desde luego, sus películas ni agradaron ni agradan a todo el mundo, pero lo que es innegable es que el cine de hoy en día sería distinto de no haber sido por el calandino más famoso de la historia.

Si te acercas a la localidad bajo aragonesa para presenciar en directo el espectáculo del mejor pádel del mundo puedes visitar el busto de Luis Buñuel, su casa (obra del arquitecto Ricardo Magdalena), y el Centro Buñuel de Calanda, donde se muestra la rica y extensa obra del cineasta.

¿Nos vemos en el Calanda Challenger?

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